lunes, 27 de julio de 2015

Tú, mamá, tú!

Esta frase la empezó a decir Santi y no sabemos muy bien qué quiere decir. Al principio, lo decía desafiante. Ahora pasó a ser el siguiente diálogo:
-Tú, mamá!
-Sí, mi mamá está en mi casa.
-Tú, mamá, tú!
-Sí, mi mamá es tu abuela y está en su casa.
Pongo la tilde porque el acentúa el tú con un impetu!!!!! Así lo que parecía un insulto la primera vez que lo dijo por la forma en que lo dijo, al carecer de sentido alguno, se transformó en un juego de palabras con el cual Santi se divierte mucho.
Me encantaría que todo fuera así de fácil como este ejemplo. Pero la realidad es que no. A veces, las cosas se ponen difíciles. Porque el chiquito salió perseverante. Su lema de vida es persevera y triunfarás. Desde bien chiquito se le notaba. Tenía 4 meses y no podía rodar ni sentarse bien. Hacía un esfuerzo sobrehumano desde los 3 para lograrlo, se ponía loco porque no le salía. Yo lo miraba atónita porque podía estar un tiempo largo quejándose pero sin dejar de intentarlo. El pediatra me decía que no interfiera, que era bueno que él tuviera sus pequeños fracasos diarios. Efectivamente, resultó. Se sigue enojando cuando no le sale pero menos que antes. Se anima a hacerlo solo y se resiste a pedir ayuda. Porque sólo si sabe que lo puede hacer solo, te va a pedir ayuda. Otra de sus características es su energía y su hiperactividad. De bebé, lo ibamos rotando de lugares porque se aburría y lloraba. Imaginen las posibilidades de hacer algo si ni siquiera podía gatear. Fue un poco agotador y desarrollo algo de mi creatividad, les juro. Trepa que es una genialidad, rara vez pierde el equilibrio, tiene una perspectiva y un manejo de su cuerpo asombroso. Excepto cuando juega con otros, porque como a él todo le importa un pedo básicamente, entiende que a los demás también, pero siempre desde el cariño.
Todas estas cualidades hacen de Sancho un nene feliz, sano, dulce, deportista, extrovertido, ocurrente, libre. Casi nunca pasa desapercibido en ningún lugar. No tiene miedo a nada. Derrocha amor. Sin embargo, al momento de poner límites, es un tema. Porque es temperamental y no se rinde. Es vivo y sabe leer la personalidad de quien lo reta. Y cuando salimos, se excita. Todo es alegría, todo es emoción al mango. Pero hay que parar en algún momento. La mejor parte es cuando grita, patalea con sus 18 kilos y la gente te mira con cara de orto como debo admitir que yo alguna vez miré. Como dije en posts anteriores, me pesa mucho la mirada ajena. Así que poco a poco voy logrando meterme en mi burbuja cada vez que eso ocurre y concentrarme en lo importante: educar a mi hijo. Para convertir cada situación en un aprendizaje. Porque hay que hacerse cargo..Porque no sólo hay que recalcarle lo malo, hay que enseñarle a autoregularse.Y a mí también...
Sí, tú, mamá!

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