miércoles, 3 de febrero de 2016

Expecting...

Me desperté super temprano con la cuca muy cerca mío. Básicamente, dormí tres horas y media después de un día de mucho bondi, prohibiciones, estrés pero de visitas pospuestas por un largo tiempo. Y aquí me encuentro. 7.30 escribiendo en el blog en el silencio de un hogar sin niño (no me deshice de él después de ayer; fui más sutil, lo dejé en lo de la abuela) y de unas perras que gracias a todos los santos duermen, tomando mate y comiendo torta. Paréntesis. La torta vino después de que Facebook me recordara que hace 5/6 años pesaba 56 kilos. Dado que en este momento tengo casi 20 más (ok, estoy embarazada, pero son casi 20! Para ser justos, 15), a la angustia se la mata con una buena porción de torta. En fin, creo que también estoy despierta de ansiedad. Porque se supone que hoy es tu segunda chance para que te dejes ver. No es un capricho. Saber el sexo le da un poco más de identidad a esta cosa tan loca y larga de la dulce espera. Se me hace más tangible. Le podemos poner un poco más de protagonismo. Difícil en el segundo embarazo porque todo es diferente con el segundo y se va sintiendo desde el principio. Al menos yo, me siento más relajada; y los pocos que me lean seguro no van a leer tantas puteadas como en el primer embarazo en el que me sentía estafada con el cuentito de "el embarazo es el estado ideal de la mujer". Al mismo tiempo, la mente está dividida en mil partes y como el primer niño aún es chiquito, no hay mucho tiempo para pensar y enroscarse. Tenés menos cuidado, levantás al pibe con la panza, le das al balde, te agachás para el traste. Pero, a la vez, tiene una sentido de pertenencia diferente. El primero es la novedad y es de todos. Uno quiere que sea de todos y compartir esa alegría. En cambio, el segundo es silencioso, es más "mío". No sé qué palabra ponerle exactamente pero me sale esa. Como si, al pasar casi desapercibido entre tanta rabieta, monería, corrida, preocupaciones sobre cambios de horarios y rutinas; sintiera que en el momento en el que todos duermen, nos podemos conectar de verdad y que ese instante es nuestro y de nadie más. Suena muy creepy y no soy de la idea de aferrarme tanto porque los hijos son de la vida y vuelan rápido. A veces, siento que la mejor demostración es Santi con su espíritu libre que me dice "Chau, mamá" y se va con amigas, abuelas, tíos, con el vecino. Es lindo que sea así porque no depende de mí y eso es lo que quiero para él. Espero poder hacer lo mismo con el segundo! Incluso con los nombres fue diferente. La elección fue distinta. Cada nombre tiene algo especial. No había duda respecto del nombre de varón. Francisco. Y no es por el Papa! Ya estaba predestinado ese nombre. Y si es nena, Emilia, que sé que Adri me lo dejó elegir porque yo inconscientemente lo tenía pendiente y él me hizo caer en la cuenta del significado que tenía para mí. Y por último, todo es diferente porque va a tener un hermano que l@ va a amar fuerte. Porque Santi no anda con medias tintas. Tiene personalidad, tamaño y energía y no sólo se ve reflejado en todas las veces que me vuelve loca, también lo demuestra en el amor que da. Incondicional, desmesurado. Fuerte.

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